MIGUEL

Vuelta...

Vuelta

Se acaba, se termina y se acabó; un año más que pasa, experiencias inolvidables, recuerdos para toda una vida. No creo que haya mejor resumen de lo que ha sido para mí este año académico fuera.

 

Todo comienza allá por el 15 de septiembre de 2017, cuando pisé por primera vez el desierto. Sólo el comienzo ya fue una locura, pues 4 hermanas guapísimas junto con mi host-mom me esperaban; este año iba a ser el mejor de mi vida, me dije. Poco después se fueron uniendo más fichajes al grupo, sí, teníamos suficiente espacio en casa... Giacomo, mi hermano italiano; Justin, mi hermano veinteañero americano; Warren, mi host-dad, tres sobrinos guapísimos, y muchos más que siguieron… Sin duda una locura de casa en la no han faltado lágrimas pero también sonrisas.

Los primeros meses fueron como cualquiera de los otros 499 becados podrán afirmar: caos, locura y estrés ¡y no has hecho nada más que empezar a salir de tu zona de confort! De aquellos días lo poco que quiero recordar son actividades como el Homecoming. Sin duda, no me arrepentía de haber llegado a esa tierra de vaqueros y revólvers…

Hasta bien entrado el segundo mes no se divisa mucha organización, lo cual te hace llegar a cuestionarte si es para bien o para mal. Pero la verdad es que no estaba acabando la “Football season” cuando ya estás integrado a tope y viviendo tu sueño americano; tuyo, porque es único y de nadie más.

 

Hacia Navidad (mala época: recuerdos de casa y no muchas salidas en el caso de mi familia) recuerdo que fueron unas dos semanas un tanto rutinarias y con mucha comida. Pero aún así todo tiene su lado bueno: regalos por un tubo, fiesta en casa y dulces... como una conclusión más: increíble. Sobre todo, comer pescado crudo y tirarte a la piscina en pleno Año Nuevo, eso sí que es un espectáculo.

 

Y llegamos al segundo semestre, sinceramente tan ansiado en su día como echándolo en falta ahora mismo, y es que si el primer tren del año se fue volando haciendo cosas, el segundo pasará, te pegará una bofetada en la cara y ni te habrás inmutado. Esta época, sin duda, ha sido de las más felices de mi estancia (y ojo que la primera fue buena no, lo siguiente). Cada mes son más planes y, sinceramente, no se puede echar de menos tu hogar con tanta cosa que hacer, es más, nos gustó tanto irnos de voluntariado al camping a cuidar críos chicos, cantar y comer “marshmallows” que dijimos ¡nos apuntamos a un bombardeo! y otras 48 horas que nos pegamos cuidando nenes.

Sin duda el año son todo subidas y bajadas pero arrepentirte, no te arrepientes de nada, puesto que, ya vueltos, te das cuenta de que nada ha cambiado. En mi caso ya llevo un mes en casa (que también se aprecia después de un año) y sigo haciendo los mismos planes que hacía antes de irme.

Aunque lo mejor de todo es cómo cambia tu persona... hay una frase que resume casi al dedillo la experiencia personal y estudiantil: Interior intimo meo, que significa más interior que yo mismo. Primero porque son todo estímulos y cosas nuevas que se aprenden en el día a día, y segundo porque redescubres tu persona, porque eres capaz de darte la vuelta a tí mismo sin los más mínimos miramientos. El mejor ejemplo de esto somos el deporte y yo, o yo y el deporte. En la vida me imaginé que me iban a poner a practicar un deporte de equipo y me iba a gustar, a lo que 6 meses más tarde y actualmente digo, que quien se ponga por delante ¡me lo como! Porque sin duda el deporte es la mayor experiencia americana, o si no, que se lo digan al right tackle de los Coyotes!

Eso sí, todo esto nunca cambiará esta habla y escritura a trompicones que sigo arrastrando. Pero eso, lo dejamos para otro capítulo.

Gracias a todos los que habéis estado ahí, y os quedaréis, y más aún a la fundación por hacer posible que estas cosas tan bonitas y únicas sean posibles. Repitiéndome: ¡GRACIAS!

 

Esto lo escribe un Miguel Ángel nuevo, y que sin duda, por estas cosas, cambiará a mejor, o ¡más le vale!


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