BEÑAT

Serendipia

Supongo que todas las historias empiezan con un "Érase una vez ..." pero la mía empezó con un nombre: Beñat Rodriguez Jaen. Mi nombre en aquella lista de personas que habían conseguido la beca. Y lo que todos nuestros padres nos dicen al acabar los cuentos es: "y fueron felices y comieron perdices". El comienzo del final de mi cuento, o mejor dicho de mi vida de película americana, fue una conversación con mi host family que comenzó con: “Beñat, please sit down we need to talk”. Esa conversación fue un gran golpe de realidad ya que mi host family me explico todo lo que se avecinaba y lo que estaba por venir con esta situación tan compleja. Obviamente, y como creo que cualquier otro becado, sentí que el COVID-19 se había convertido en el villano de mi película.

Todo esto me hizo que sentir que un gran cambio se acercaba, sentí como que el final estaba cerca. Para mi sorpresa ese último capítulo de la experiencia de mi vida llegó antes de lo que me esperaba, y fue como si me hubieran pegado un puñetazo en toda la cara. Recuerdo como que me levanté un tanto asustado y con mucho interés aquella mañana del 24 de marzo; desbloqueé el móvil, entré en el email, ví el correo de la FAO y lo leí. En aquel instante mi cerebro estaba colapsado, me costó asimilar aquellas palabras que aparecían en el email. Acto seguido le escribí un mensaje corto y con las únicas palabras que había en mi mente en esos momentos a mi familia de España y a mi host family: me vuelvo. Según pinché en enviar me puse a llorar como nunca había llorado antes, y 2 minutos después mi host mum estaba abriendo la puerta de mi habitación. Lo que vino después fueron momentos muy bonitos y tristes al mismo tiempo; bonitos porque recuerdo que según acabé de explicarles todo a mi host family, mientras desayunaba, ellos me escuchaban intentando no venirse abajo para apoyarme; mi amigo me llamó y me estuvo animando durante hora y media; y como estos,  vivi montón de preciosos gestos de cariño y apoyo durante los ultimos 4 dias que me quedaban; también hubo momentos muy tristes ya que no es fácil decir adiós a esos amigos que han estado a tu lado durante esta gran experiencia y menos aún despedirse de esa host family que se ha convertido completamente en mi family.

Estos 7 meses he reído, he llorado, he superado miedos e inseguridades, he conocido a gente increíble, he convivido con una familia que me ha hecho sentirme como en casa en todo momento y que me han ayudado en todo y por ello les voy ha estar eternamente agradecido, he madurado y, sobre todo, he crecido como persona. He vivido tantos momentos diferentes y únicos que nunca jamas olvidaré, gracias a todos esos amigos y compañeros. Una de las mejores cosas que me ha dado esta experiencia son esos amigos que son como hermanos, quienes han estado todos esos meses ayudándome y se han quedado a mi lado incondicionalmente. Lo más importante de todo es que no me arrepiento de ninguna decisión que haya tomado o de todas las actividades en las que he participado desde estar en el club de ecología, voluntariado y coro hasta el haber probado lacrosse, volleyball, jugado a baloncesto y actuado delante de todo el mundo para recaudar dinero para la prevención de suicidios y la organización de becas de alumnos fallecidos. Todos estos momentos me hacen sentir satisfecho por haber aprovechado todos y cada uno de los momentos y haberle sacado el máximo partido a la beca.

La vuelta a casa no ha sido nada fácil ya que las circunstancias en las que hemos vuelto no han sido las esperadas. Y, honestamente, creo que todos nos hemos quedado con un poco de rabia, con la espinita clavada de no haber sido capaces de acabar el curso y poder asistir a todos los eventos que nos quedaban, especialmente prom y las graduations. Pero no ha sido todo tristeza ya que nos hemos reencontrado con nuestras familias, o al menos una parte de ellas. Así que esta vuelta ha sido bastante dura por tener que dejar atrás a toda esa gente y esos momentos para volver y plantarle cara al villano coronavirus para poder tener un final feliz.

Por último, me gustaría darle las gracias a la Fundación Amancio Ortega por haber hecho realidad mi gran sueño y habernos acompañado y ayudado durante todo el proceso, desde la preparación en España hasta la vuelta a casa. Sois increíbles y el trabajo que haceis es imprescindible.

 


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