VÍCTOR

Mi primer mes en Terry, Montana, Estados Unidos

El primer recuerdo que se me viene a la mente es el momento en el que vi por primera vez a mi familia de acogida. Mientras esperaba atento a que mi maleta apareciera por la cinta móvil, una mujer se acercó, y tras asegurarse de que yo era el individuo que buscaba y presentarse (Karlene), me llevó junto a su familia. En un rincón me esperaban un padre junto a su pequeña hija de apenas tres años quien, al verme, se escabulló con admirable agilidad de entre sus brazos y corrió con los brazos abiertos hacia mí, al tiempo que exclamaba: "¡Vityyyy!", rompiendo todos mis esquemas acerca de los cordiales saludos estadounidenses, pero sin duda alguna, dándome la mejor de las bienvenidas que podía recibir.

Nuestro destino final, Terry, aún se encontraba a tres horas en coche de la ciudad en la que había aterrizado (Billings) por lo que aquella noche dormimos en un hotel local. Mientras caminaba tras ellos rumbo a nuestra habitación, fascinado incluso por los dibujos de las puertas de mi primer hotel americano, me fijé en mi familia de acogida: botas altas, pantalones vaqueros desgastados, cadena, camisa y gorra, y pensé: "Caray, yo quiero ser como ellos".

A la mañana siguiente nos levantamos tan pronto como el sol asomaba por la ventana, y nos dirigimos al que a partir de ese día consideraría mi nuevo lugar de residencia. A medida que pasábamos por las diversas localidades que se encontraban de paso, visitamos algún museo o algún gran centro comercial.

Finalmente, mis ojos vislumbraron a lo lejos la señal que desde entonces tantas veces he visto, que dice: "Welcome to Terry", un entrañable y acogedor pueblo en el que todos nos conocemos y saludamos siempre, estemos donde estemos y en la situación que sea.

Ya en casa, Dominick, de dieciocho años recién cumplidos, y Harley, de ocho, me recibieron con alegría y me guiaron hasta mi cuarto, a la entrada del cual me encontré un rectángulo de pizarra en la pared, en el que cada integrante de la familia había cogido una tiza y escrito su nombre, acompañado de un "Welcome home, Victor!!!" que a día de hoy conservo intacto, pues me recuerda el entusiasmo con el que estas personas me han abierto las puertas de su hogar. Una vez que estuvimos todos reunidos en el salón, procedí a la entrega de los regalos que había preparado para ellos, que recibieron con una amplia sonrisa y agradecimiento.

Tras deshacer mi maleta colgué mis banderas española y leonesa en la pared de mi habitación, que me recuerdan cada día el lugar del que procedo, a mi familia y a mis amigos, que han estado muy presentes desde el día de mi partida y se han interesado mucho por mi estado. Aprovecho ahora para mandarte este natural y espontáneo mensaje, mamá: "Te quiero mucho, mami, y me acuerdo mucho de ti (corazón)", tal como me has recordado alrededor de ochenta veces en los últimos tres días :) (Pero no por ello menos cierto jjj)

Poco después, Dominick me invitó a subir a su "pick-up", una ranchera de parabrisas rasgado y tapicería polvorienta, gesto que repito todos los días antes de ir al instituto, y que sin duda alguna es de mis preferidos. Después de poner en marcha el equipo de música, que ocupa los dos sitios de atrás y hace que vibres, literalmente con el distinguido sonido del motor, dimos una vuelta de presentación por el pueblo y sus alrededores, que hizo que me enamorara definitivamente del nuevo horizonte que he tenido la oportunidad de explorar.

Tras pasar un entretenido fin de semana en la feria local, llegó mi primer día en Terry High School. Imposible olvidarme del himno del Séptimo de Caballería que Brice tiene asignado como una de sus cuatro alarmas para iniciar el día, las cuales me hacen saber que la hora de levantarse se acerca, junto a los esporádicos y desconsolados llantos de Dusty, la pequeña de la familia, a la cual no le gusta madrugar, y siente la necesidad de hacérselo saber a todo el hogar... :)

Durante mi primera semana de instituto hice la mayoría de amigos con los que hoy trato frecuentemente. Al verme perdido por los pasillos sin saber muy bien a dónde ir, se acercaban para preguntarme e indicarme el aula correspondiente con una sonrisa y ganas de ayudarme. Siento que ya me he integrado, y por supuesto ha sido gracias a ellos.

Después de las clases, practico fútbol americano. Cada día nos desplazamos cuatro Terriers junto al profesor de gimnasio a la localidad más próxima, Glendive, y allí nos unimos al equipo de football de Dawson County High School, los RED DEVILS. Ellos me han enseñado a jugar bajo los valores del respeto, la competitividad, la constancia, y sobre todo, el hambre de éxito. Es una gran familia.

Hoy cumplo un mes aquí, en Terry, Montana, Estados Unidos. No puedo estar más satisfecho del destino que me ha tocado.

 


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