ANA
Final Inesperado
Marzo, mi último mes en Canadá. Nunca pensé que iba a tener que escribir esas palabras.
El mes comenzó como cualquier otro; recetas en clase de Cocina, ensayos del Coro, comidas con Leah al piano... Los ensayos de la obra de teatro se intensificaron, pues estrenábamos a final de mes. Hacer de abuela era genial, aunque ir con un andador y tener un buen blocking era difícil.
A mitad de mes, fui con los españoles de la beca al Western Developement Centre; una nave industrial que tiene una ciudad de 1910 dentro a modo de museo. Nos lo pasamos genial entrando en el colegio, el ayuntamiento, las tiendas y demás; aunque me asusté con más de un muñeco de cera que no esperaba que estuviera allí. Me encanta la historia y los museos; así que me lo pasé muy bien.
La locura del coronavirus llegó y yo me levantaba todas las mañanas asustada de que fuera mi último día en Saskatoon. Las actividades extraescolares se cancelaron debido a una protesta de profesores, cancelaron el ballet de Ana, la de Tejas Verdes (mi regalo de cumpleaños adelantado), y terminaron por cancelar las clases. Estuve una semana en casa leyendo y viendo la tele, hasta que el momento llegó.
De repente, en vez de tener tres meses, tenía tres días para despedirme de lo que había sido mi vida durante siete meses. Hice las maletas, vacié mi habitación y me despedí de mis amigos como pude. Cogimos un vuelo de Saskatoon a Toronto, el cual no me enteré que habían retrasado, y estuve dos horas antes en el aeropuerto; pasamos la tarde en un hotel en Toronto, donde pude ver a toda la gente que he conocido gracias a la beca; volamos a Madrid y, por último, fuimos en autobús hasta Alicante. Todo esto, con mascarillas, guantes y manteniendo las distancias.
Los últimos siete meses han sido los mejores de mi vida. No cambiaría por nada a la gente que he conocido y las vivencias. Lo único que me da rabia, es que se haya tenido que acabar antes de tiempo y de repente. Pero, al menos, he tenido la oportunidad de vivirlo.