CANDELA

Es extraño

Resulta que no ha sido así. Al menos no lo está siendo. Sí, echo de menos a mis seres queridos, por supuesto, pero no más de lo normal. Puede que suene frío, pero es cierto. No estoy haciendo las tradiciones con las que he crecido, pero estoy aprendiendo muchas otras nuevas que no son mejores ni peores, simplemente diferentes.

Sé que cuando vuelva a España echaré de menos todo lo que estoy haciendo ahora, pero me he propuesto algo. Las próximas Navidades yo no seré la misma, seré una mezcla entre lo que era antes de Canadá, y lo que soy aquí; ¿por qué iba a ser distinto con mis tradiciones? Ahora que he vivido otras, no quiero borrarlas como si nunca las hubiera conocido. Voy a incorporarlas, tal y como hago con todo lo demás. Quiero absorber todo lo que pueda.

Canadá me ha permitido y me sigue permitiendo disfrutar de cosas maravillosas, que la gente que me rodea aquí da por sentado, pero a mí me hacen una ilusión increíble. Aquí estoy viviendo mi primera Navidad blanca, la nieve es preciosa y hace todo más especial; he hecho (y me he comido) mi primera casa de jengibre; cada vez que camino sobre un lago helado disfruto como una enana, siento que he cumplido el sueño que tenía de niña de caminar sobre el agua; incluso el árbol ha cambiado, es un árbol de verdad y los adornos, en vez de combinar entre sí como en mi casa, son todos y cada uno recuerdos de momentos importantes, regalos, etc., todos tienen un significado, y la mayoría no tienen absolutamente nada que ver con la Navidad. Pero hay una cosa que me enternece especialmente, después de varios años estoy volviendo a vivirla con esa ilusión tan inocente de una niña pequeña. Todos mis primos son mayores y aunque nos encanta pasar las fiestas juntos, ninguno somos lo suficientemente pequeños para creer en los personajes navideños. Este año he visto a mis host sisters (de tres y seis años) ilusionadas por la llegada de Santa Claus, nerviosas por abrir los regalos, disfrutando cada momento... 

Es extraño lo distinto que es todo aquí. No hice nada especial en Nochebuena, sin embargo, tuvimos una cena grande la noche del día de Navidad. El día 27 hice algo que llevaba mucho tiempo queriendo hacer y, entre muchas otras cosas va a marcar estas Navidades de una forma muy especial, fui a ver las Cataratas del Niágara. Me esperaba algo increíble, pero ha sido todavía mejor de lo que pensaba. Hasta el momento, ha sido una de las mejores experiencias que me ha aportado la beca. A parte del paisaje hipnotizador, pasé un día lleno de diversión con mis host parents gracias a planes como lasser tag o un lasser maze. Jamás me esperaría el resultado de esos juegos. 

Puede que estas Navidades hayan tenido menos momentos familiares tradicionales, pero ha sido increíble, no la cambiaría ni en lo más mínimo. Mientras escribo esto, pienso en que me quedan menos de dos horas para tomar las campanadas por videollamada con mi familia y mi host family, y aunque sé que no hay motivo estoy algo nerviosa. Todos los años en mi casa se le da mucha importancia a las uvas de fin de año, y me gustaría poder hacerlo al mismo tiempo que mi familia. 

Con esta entrada cierro el 2019, un año repleto de emociones a flor de piel, cambios radicales, experiencias alucinantes, gente que ha llegado y otra que se ha ido, de un país que me ha acogido y otro que me espera con los brazos abiertos para cuando vuelva... este año he vivido dos vidas tan dispersas la una de la otra que hasta es extraño pensar que las separan meses. En unas horas se acaba una década, espero ansiosa por descubrir que me depara la siguiente Querido 2020, aquí estoy.


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