LUCÍA

El punto más alto

Recuerdo que una noche de febrero, antes de saber cómo acabaría todo, mi host sister y yo hablábamos de todo por lo que había pasado y de que, en ese momento, podía estar segura de que había llegado a la cima de mi año de intercambio. Todo era perfecto. Acababa de ganar el premio a la más inspiradora de mi equipo de wrestling, y mi ansiada Varsity Letter, además de haber conseguido un Scholar Athlete Award por mi trayectoria académica, compaginada con las horas de entrenamiento y los sacrificios de estar haciendo un deporte. Me sentía a gusto en el instituto, con todas mis clases y profesores. También me sentía querida y cuidada por mi host family, sabía que podía contarles cualquier cosa. Además, tras haber pasado la incertidumbre de los primeros meses, había conseguido por fin contar con numerosos amigos y gente en la que confiaba y con la que disfrutaba. Suena como un sueño, ¿verdad? Una vida perfecta.

Todo parecía perfecto aquella noche, sin embargo, yo sabía que iba a terminar. Estaba claro que aún me quedaban buenos y malos momentos por pasar. Acababa de unirme al equipo de track, en el que coincidí con varias amigas. Me quedaban unos meses de tranquilidad hasta el final del curso. Tenía varios viajes programados, un tour con el coro y, por supuesto, aún tenía que seguir estudiando y entrenando. En abril iría a prom, y llevaría los mismos zapatos que mi host sister para ir a juego. Iba a disfrutar del tiempo que me quedaba con mis amigos hasta el día en el que nos graduáramos y me despidiese del instituto que tan bien me había acogido. Finalmente, tendría que despedirme. Sabía que iba a ser duro pero, por otro lado, también sabía que tenía todo un verano por delante que pasaría con mis amigos en España. No estaba tan mal al fin y al cabo.

Mi vida estaba bastante bien organizada, iba a bajar de esa cima poco a poco, hasta volver de nuevo a mi casa, con todo lo que había dejado atrás. Pero un día, cancelaron las clases por el COVID-19, que había ido propagándose por América durante las últimas semanas. No me lo tomé muy en serio, la verdad, pero poco después nos comunicaron que teníamos 3 días para hacer las maletas. Volvíamos a casa. No voy a mentir, me sentí como si me hubiesen dado una bofetada, o como cada vez que lograban tirarme al suelo en un combate. Sabía que no estaba en ningún combate, que por mucho que luchara no iba a ganar, pero a pesar de todo tenía que levantarme. En un segundo, pasé de estar en la cima a ser arrastrada por una avalancha de recuerdos y emociones hacia lo más hondo. No sabía lo que estaba sintiendo en esos momentos, no sabía si estaba triste, enfadada, frustrada, o confundida. No lo sabía pero tampoco me importaba, porque sabía que tenía que levantarme y seguir, no merecía que mis últimos momentos allí fuesen grises; no después de todo lo que había pasado.

 

Mis últimos días en América fueron perfectos a pesar de las circunstancias. No pude despedirme de ningún amigo pero estar con mi host family fue bastante. Annie (mi host sister) y yo fuimos al instituto a recoger mis cosas y aprovechamos para hacer unas cuantas fotos del interior para así tener algún otro recuerdo, hizo unos cinnamon rolls que me supieron a gloria y visitamos algunos parajes naturales, sobretodo cerca del río Columbia. Hicieron todo lo posible para que mis últimos días fuesen amenos y me ayudaron con todo lo que necesitaba.

Las cosas no acabaron como esperaba pero aun así, estaré eternamente agradecida por la oportunidad que se me brindó. Gracias a esta experiencia conocí a gente muy especial para mí, e hice amigos que sé que van a estar ahí durante mucho tiempo. Me quedo con todo lo que he aprendido estos meses y con todos los lugares que he visitado. El final no fue lo que esperaba pero me he dado cuenta de que nada lo es y de que podemos aprender de todo y sacar lo mejor siempre. Puede que fuese una caída repentina e inesperada pero sé que siempre nos podremos levantar y seguir subiendo poco a poco, sin saber qué es lo próximo que vendrá pero siempre aprendiendo algo nuevo por el camino.

Gracias por un año inolvidable.


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