GEMA
Debajo de la alfombra
Ni siquiera hace una semana que me desperté en una casa que apenas reconocía y me di cuenta de que en esa cama de la que me acababa de levantar dormiría los próximos diez meses. Y diez meses me parecieron una eternidad entonces. Aún me lo sigue pareciendo, aunque soy consciente de que cuando hayan pasado tendré la sensación de haber ido perdiendo días por los agujeros de mis bolsillos. Verme aquí fue como una dosis de realidad en vena; de lo que había conseguido y de dónde estaba. He tenido momentos difíciles, quizá de lo más duro que haya pasado nunca, pero sé que son parte esencial de la experiencia y que muchas veces son la clave de todo. Quiero vivir esto, pero las cosas no se ven tan claras cuando se está desordenada por dentro. Y es cierto, no puedo decir que hayan sido malos días, porque todos han tenido momentos increíbles... pero he tenido bajones, y esta vez no escuchaba a monitores diciendo que los tendría, sino que los he vivido. Creedme que es extremadamente diferente. Confío en que es cuestión de tiempo. Como la antigua alfombra del salón que solo levantamos para esconder la suciedad que nadie queremos que vea, y se almacena ahí hasta que prácticamente la olvidamos. Yo he hecho todo lo contrario, la he levantado, he hecho limpieza y lo he sacado todo. Os sorprendería saber todo lo que he encontrado.
Acercándome a temas bastantes más personales (que quizá no debería comentar aquí, pero bueno) diré que estos cinco días he sentido cosas muy nuevas y diferentes, y que sin duda me habría perdido en España. No me quiero poner drámatica, pero me parece increíble que me hayan hecho falta 6687km para darme cuenta de cuánto quiero a mi familia y 120 horas para saber que cuando vuelva tendré una familia mucho más fuerte y unida y a la que no dudaré en decir que quiero. Y que, además, me llevaré en la maleta a otra al otro lado del charco.
Simplemente por eso estos siete mil doscientos minutos han valido la pena.
Cuestión de tiempo. Realmente no es de tiempo, sino de momentos.
Gracias