MARIANNA
Un presente perdido en el tiempo
Aún recuerdo ese 15 de agosto, que a tres horas de salir de mi casa de España, me asignaron el estado y la familia anfitriona. No mentiré si digo que cuando leí Utah tuve que consultar en un mapa dónde se encontraba. Y, sin poder cambiar unas camisetas por alguna pieza que abrigara más, me adentré en la experiencia. Puede que no estuviese preparada por lo que al clima respecta, pero llevaba conmigo lo más esencial: una libreta pequeña, amarilla, con los bordes y las páginas desgastadas, que tuve la suerte de recibir un fin de semana de marzo. Unas orientaciones que, no sólo marcarían un antes y un después en mi vida y proceso de crecimiento y maduración, sino que pondrían en mi camino a 399 personas con un corazón enorme y voluntad de estar. Unas personas que han sido clave en esta experiencia, porque sin ellas, sin su comprensión, ayuda, escucha y consejos con la mejor voluntad, solo habría sido “una estudiante de intercambio”. Así que antes de adentrarme en mi mundo, el presente que se ha perdido en el tiempo, querría agradecer a todas esas personas que han hecho posible que todos creásemos una vida en un año, que no es vivir un año de nuestra vida. Por todos los valores que nos han inculcado, por la paciencia, el compromiso, empeño y dedicación que le ponen a su trabajo. Sin todos ellos, los que se ven y los que no, esto no habría tenido sentido. Gracias Fundación, por permitirme llenar estas hojas de vivencias, experiencias, y sobre todo, por poder reflejar un crecimiento y un crecimiento personal.